Tras dos derrotas y la sensación de no ver plantado a un equipo sobre el césped, la afición de Orihuela se muestra resignada e impotente ante el exiguo rendimiento de su club
La capital de la Vega Baja rebosaba de alegría aquel dulce 23 de abril, en volandas y a pecho descubierto. Los cánticos y la felicidad incontenible de la afición nutrían a Orihuela de fútbol. Hacían, pues, eco del sentimiento dubitativo vivido durante toda la pasada campaña y del éxtasis final, de un equipo que sufría fuera de su feudo y que no mostraba una versión titánica como local. El conjunto de Óscar Sánchez ganaba la liga más fácil de los últimos años, contra clubes que demostraron que el grupo VI de la Tercera RFEF se les quedaba incluso grande.
Pese a no ser el líder más líder que se recuerde, los oriolanos tiraron de ilusión y aliento para liderar la tabla y ascender de categoría sufriendo y remontando agónicamente en Silla. Después de las condecoraciones, las felicitaciones por el hito y el largo tiempo de descanso, la plantilla no se cerró hasta comenzar la liga. Y les miento, a día de hoy sigue sin cerrarse (o eso quiero pensar). El Orihuela CF tiene tres centrales puros en el equipo (Mendinueta, Ortiz y Fran Martínez), y juega con dos; no tiene delantero centro puro, y ha de jugar con uno visto el arranque liguero; tiene 7 delanteros, tres extremos (Callejón, Jawed y Nacho Muñoz) y cuatro segundos puntas (De las Cuevas, Mpie, Revilla y Salinas); tan sólo un interior puro (Camacho) y tres mediocentros (Armando, Booker y Aschalew).
Ni hay un central de garantías, ni un nueve, ni un interior (Brian Pallarés acarrea un letargo de lesiones). Y en Segunda Federación el coste es muy caro. Tan caro que los de Óscar Sánchez llevan un gol en dos partidos, seis en contra, 0 puntos y dos derrotas. El próximo domingo 17 a las 19:30 visita ‘Los Arcos’ el UCAM Murcia, rival directo, en un derbi por la proximidad con Murcia. Si el motor no se adecua a la categoría, el docente no imparte correctamente la lección y la plantilla está descompensada y mal planificada, mucho tendrá que remar el navío oriolano para asentarse en su grupo. A contracorriente y cada vez con más prisa.