Pasa el tiempo y nada cambia. Son 20 las jornadas que lleva el Málaga en descenso y solo se mira al que está en el banquillo (Guede o Mel) y se olvida a quien les pone ahí.
A Mel, al que ahora parece quieren cortar la cabeza, se le puso en el equipo porque era el único que estaba dispuesto a coger el Frankenstein de plantilla que había. Un solo extremo, aunque, según a quién preguntes, eso es porque no gustan los demás, un lateral derecho único, jugadores con sueldos estratosféricos y posiciones sobrepobladas, ese es el percal que se encontró el técnico en su llegada.
Es cierto que el equipo no ha logrado grandes éxitos, pero, al menos, el madrileño ha conseguido dar sentido a las alineaciones y conseguir que jugadores aparentemente desahuciados, vuelvan a rendir de la forma que se le debe exigir. Vease Chavarría o Genaro.
Ahora la corriente rema hacía destituir a Mel, habrá algún técnico afín que se ha quedado sin equipo y hay que recuperarle para la causa, no sería la primera vez que se hace en el club. Pero, lo que de verdad preocupa, es el por qué nadie habla de destituir a los responsables de que el Málaga sea el último de los vivos a día de hoy, porque el Ibiza está en coma.
Pasa el tiempo y parece que nadie se da cuenta de que el hecho de tener cinco laterales derechos, ceder a jugadores como Roberto para dar minutos a canteranos que no marcan ni al arcoiris o destituir entrenadores como el que cambia de moto, no es culpa de Guede, ni de Mel, ni de Jose Alberto, ni de ningún entrenador. Ellos alinean las piezas que le dan, en la mayoría de los casos defectuosas.
Manolo Gaspar no es un ogro, ni mucho menos trabaja de mala fé porque es un hombre comprometido con el club y la ciudad; pero debe de darse cuenta de que no está haciendo los deberes que le toca y dar un paso al lado, exactamente aquello que forzaron a que hiciese Guede.
A partir de ahí, se podrá criticar a Mel por no sacar rendimiento a un delantero que marca cada cuatro partidos, varios jugadores que parecen haberse olvidado de jugar al fútbol durante el verano y otros que ni siquiera parecen futbolistas.
En resumen, si hay que sacrificar a alguien debe ser el que mercado tras mercado falla, no al que trabaja poniendo a este o aquel jugador, puesto que seguramente no serán jugadores válidos. Una vez hecho eso, se deberán exigir responsabilidades a los técnicos, mientras tanto seguirán siendo cromos que se intercambian cada cuatro meses para acallar las críticas, justas o injustas, pero generalizadas.