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España

La lentitud hecho fútbol

España recibe un golpe de realidad antes de las eliminatorias y se le cae el juego de toque y el 7-0

Japón dio el golpe en la mesa y tumbó a las dos favoritas por exceso de confianza. Cosas del fútbol. Los nipones no salieron en ningún momento a especular y se llevaron los seis puntos por mera intensidad, contra los dos gigantes. Irónicamente, el único equipo que los tumbó, su igual en el grupo, Costa Rica, que salió con el miedo en las espaldas para jugarles de tú a tú y de la misma manera: a correr.

España firmó una primera parte muy buena, encerró y doblegó a Japón en su campo, con posesiones interminables, digno de un rondo de entrenamiento. Once minutos tardó en abrir la lata, mediante un centro que Morata aprovechó por superioridad física ante la defensa de Japón. No tuvo muchas complicaciones, no le fue a presionar ninguno de los tres defensores que se posicionaban a menos de un metro suya. Yoshida, quien lo cubría, decidió en el último momento comentarle a su compañero que la mejor opción era cambiar la marca. Entre palabras -que no serán cortas- Azpilicueta colgó el balón y lo único que quedaba era que Itakura arreglara la foto agarrando a Morata, para maquillar la pasividad de ambos.

El resto de la primera parte: toque, toque, toque y más toque, pero los espacios no se abrían. Para torpeza de España y Luis Enrique, Japón avisó lo que se venía, porque aprovecharon los descuidos en campo propio, transformados en contragolpes rapidísimos con todos los nuestros al retortero. Una escena de Benny Hills.

En la segunda, que también avisó un par de veces, Unai Simón siguió regateando en el área chica ante la presión japonesa, que no es poca, para terminar lanzando el balón a cualquier lado de la cancha, que en ese momento se daba por bueno. Balde, que tampoco estuvo en su mejor día -porque ninguno excepto Morata lo estuvo-, no se esperó la patata caliente, Ito le robó la cartera y Ritsu Doan, que también le quemaba la pelota, mandó un misilazo a la portería del bueno de Unai. Golazo para empatar el partido y complicarle las cosas a España.

La fórmula perfecta: las piernas temblonas, la presión agónica y la velocidad de Japón y un planísimo fútbol de toque.

Eso no era tikitaka, eso era echarle la pelota al compañero porque tienes a un avión acercándose a ti. “Toma tú, que yo no la quiero”. Japón, aunque de la manera más fastidiosa posible, te cuelga el segundo en el marcador. Exceptuando si la pelota sale o no sale, Japón en pocos metros pone a bailar a la defensa española que corría a portería detrás de los rivales. Busquets y Pau, espectadores de la jugada, mientras que Balde dio tres vueltas entre las combinaciones de Tanaka y Ritsu Doan y el centro de este último.

La cosa se complica, porque quitas a tu referencia y no puedes jugar a centrar balones, metes a Asensio para seguir combinando aún más, Japón se encierra y no deja huecos y ahora esperas a poder entrar con la pelota hasta el área chica para disparar. Misión imposible. Frente a un equipo que quiere jugar y te concede espacios, España es letal, porque la toca muy bien y tiene calidad para ello, pero si el equipo rival se enroca, te pueden dar 180 minutos que no le vas a hacer ni cosquillas.

Pasó contra Suiza a final de septiembre, que te arrollaron por puro físico y no te dejaron respirar, le pasa al FC Barcelona en Champions y te pasa ahora contra Alemania y Japón. Dormir la pelota y al rival con una extensísima posesión cuando tienes hueco para ello, te sirve, pero si el rival te va a dar con el aliento en la nuca cada vez que te llegue la pelota, perdona pero por ahí no es. España juega bien cuando se lo permiten.

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